Los afortunados que hemos aprendido idiomas con la generosidad paterna de ser enviados a países lejanos, solemos guardar además de grandes recuerdos, el cariño de las familias que nos acogen. Yo me siento doblemente afortunada porque disfruté de una ciudad increíble con una familia única, con la que después de más de 20 años (don’t ask!) aún mantengo el contacto, y además de tratarse de gente especial, son unos viajeros incombustibles a pesar de su ya no tan corta edad.
El jueves les recibí en Madrid su cariñosa visita e intentamos recuperar todo ese tiempo que nos hemos perdido, y al contarles sobre cómo iban las cosas, las formaciones y los clientes, mi querida Marj me dejaba ver cómo se sentía absolutamente sorprendida negativamente con el servicio recibido a lo largo de su increible viaje.
Os hago un breve resumen del perfil de mis queridos padres americanos: Alrededor de los 80 años, americanos de California, acostumbrados a viajar en Business, en cruceros de lujo, amantes de las aventuras, ávidos de conocimiento, sin reparos en alquilar coche y recorrerse los castillos medievales de España, gente capaz de dar la vuelta al mundo hasta que el cuerpo no les de para más, han visto mucho y son expertos en recibir servicios. Marj me confesó lo decepcionada que se sentía por el servicio en Europa. Daba igual la tienda en la que entraban, los vendedores se mostraban poco receptivos, vigilantes en lugar de acogedores, preocupados más por lo que tocasen o descolocasen (o lo que pudieran robar…) que por vender. Y habían pasado por ciudades y puertos turísticos de Francia, Italia, Suiza y por Turquía. Y no hizo excepciones. Su frase fue realmente, que se encontraban ciertamente desconcertados respecto a los Estados Unidos. Me puso un ejemplo de unas tiendas americanas y de su servicio (Nordstrom), que evidentemente yo desconocía, y lo hizo de manera espontánea, rememorando experiencias positivas.
En España no nos dió tiempo a hacer ni un poquito de souvenir shopping por lo que, afortunadamente, esta vez nos hemos librado de las críticas ¡¡por los pelos!!
Sufrimos una crisis generalizada, y aunque los medios nos lo recuerden continuamente, hay negocios que no terminan de entender que de la crisis no se saldrá sin esfuerzo, sin una revisión de los principios, de los procedimientos, de las actitudes. La opinión de Marj debe ser una llamada de atención de un cliente misterioso ocasional, un turista que llega a los principales puertos de Europa y no es capaz de destacar una experiencia de venta positiva.
Claramente, algo hay que cambiar.